Empacar sábanas y almohada: tachado.
Guardar cepillo de dientes: tachado.
Llamar papá: ocupado (como siempre).
Devolver llaves al Carlos: perdidas.
Embalé hasta la pena, hasta las ganas.
Mi mamá guardó el corazón en una caja (envuelto en diario).
Acto reflejo, lo pensé.
Al final sólo lo metí de mala gana en el bolso de mano.
Eran bastantes más cosas que platos y velas,
tenía gusto a fracaso;
más que a cambio a repliegue,
a rebote
-uno más de los tantos rebotes
por tantas casas, tantas familias,
tantas habitaciones disfuncionales-.
Embalé y se me empolvaron los dedos,
el corazón se cubrió
abultado, pegajoso
como todas las cosas inútiles que uno no necesita y meticulosamente envolvían en diario las manos de mamá cansadas de estar cansadas.
Pegajosas y cansadas.
Y somos extranjeros aquí
porque el corazón no lo quiere,
está lejos.
Somos extraños
y las llaves no abren,
los azulejos no calzan,
las plantas no caben,
las vecinas dan portazos.
Y mi mamá me grita me grita me grita
y después llora llora llora
y odia la casa la tortilla la vecina la cocina la corredora la aspiradora y la gata que recogimos hace una hora y acaba de decirme que eche a la calle.
Y yo pensaba (evitando llorar y tratando de ser operativa, adulta-joven funcional, práctica para alguna hueá cuando lo único que siento es que estorbo igual que la bici en medio del pasillo),
pensaba en que es terrible estar sola lejos de casa y perdida
y que te cierren las puertas,
que de pronto nadie conteste el celular.
Y mi vida no es decorosa, yo no soy decorosa,
lloro con los mocos colgando,
nunca tengo ganas de peinarme
y cada vez que puedo me como lo que pillo en la despensa,
y fumo como en Fear and Lothing in Las Vegas
y me toco las tetas porque parecen dos pomelos hinchados (pre-menstruales)
y porque a veces necesito confirmar que el corazón no se ha desplomado,
que puedo seguir funcionando,
pasando el trapero,
cocinando tortilla (que obligo a mamá a comer),
mirando vecinos,
fumándome la plata,
contando los días para ocuparme,
quebrando cosas,
escuchando Nothing but Thieves,
mirando Tinder,
extrañando a mis hermanos (y no tanto a mi tía),
cortándole el teléfono a mi papá,
llorando en silencio de noche
deseando que la ruleta rusa no llegué otra vez,
que la vida logre ser más justa.
Estoy cansada de estar cansada.