viernes, 4 de diciembre de 2020

Desertora

Antes nunca me castigué por querer ser con otros
nadie me comisariaba los afectos
era más fácil renunciar a la personalidad
amalgamarse a los llamados y ceder a la saliva,
no había temor a que se desdibujaran los límites del yo
no nos obsesionaban las barreras de latex y los besos pulcros
muy poco miedo al escupo, poco miedo a la herida
al tajo abierto como espacio de encuentro;

quizás sí quería dejar de ser una persona
y ser más una masa, corpórea
ser linfa, flujos, humores
devenir trepadora 
de crecimiento húmedo y callado.

Antes no había cobranza
ni comisario ni inversor
nadie tasaba cuánto costaba de una misma querer
cuánta vida y cuánta muerte;

querer desde la entraña telúrica
embarrarse de camaraderías
de pasiones bajas de fiebres fulminantes
querer ser desertora de la personalidad
para llegar a retirarse de una misma
buscar la pampa compartida
las sábanas tiernas de la solidaridad.

Y ahora que vivimos o más bien desvivimos
hallamos en cada una de nuestras viviendas
los perfectos muros de la personalidad
nuestra propia propiedad 
privada de ethos viviente:
lo que es la interdependencia de los cuerpos porosos,
membranosos, amorosos;
propiedades privadas del intercambio vivo,
rítmico y lúbrico;

y ahora cada quien a su mazmorra, impenetrables
ya solo me encuentro incompleta.

jueves, 3 de diciembre de 2020

Cómo iba a saber que se me estaban cayendo 
los pedazos
si había tanto ruido
y no escuchábamos el golpe con la acera,
caminábamos muy rápido
a mí me cuesta concentrarme cuando hay que afanarse 
tanto en alcanzarte el paso
¿a dónde vamos tan rápido?
tu modo a veces no me gusta porque pesa
y yo vine al mundo ligera
para correr más rápido cuando tengo miedo
alzarme alto cuando me canso de la gravedad
acompañarme de otras cosas que flotan y me hacen 
cosquillas en los brazos
porque le tengo tanto miedo a la soledad como a hundirme.