lunes, 20 de marzo de 2023

Papeles

Yo creí que quería escribir.

El recuerdo de una nota
calcada como se calcan las monedas de 10 pesos
una y otra vez una vez y otra
incansable, interminablemente
buscando la perfección infernal
luciendo el calco perfecto en la cara de los niños sosos
resfregándoles el archivo oficial
que pronto se colaría al basurero del cuarto básico b.

Una nota anotada, una nota notoria
una nota anotadísima y distinguidísima
que por carta de presentación terminó colándose en mi libro
libro que te presté y devolviste sin nota, sin que no lo notara.

Y ese era mi triunfo, mayor que el del calco de monedas
un premio de otra clase, otro estatus
el que guardaría como evidencia de una impresión que nunca confirmé
el que guardaría bajo sospecha de que te quedaste la nota
la notaste y te la reservaste
devolviste algo mío sin devolverlo del todo
quedándote una parte
-deuda, pienso ahora-
la parte que tapaba el engranaje de este puño
que ahora se desempeña en el papel a vapor
bocanadas de humo como el de las varias cajetillas que me gasté
pensándote y pensando si debía o no escribir,
si debía de ganar más premios
juntar más calcos
ensuciarme el borde de la mano con carbón.

Yo creí que quería escribir
pero el recuerdo de la nota se volvió un estudio de caso
y la metodología -que me arruinó la vida (y también la letra)-
arrojó resultados alarmantes:
la probabilidad de un error
la posible caída en el ir y venir de papeles
en el ajetreo de la mochila con las guías de tercero medio
en el metro o una calle de Providencia
aplastada por los pies de escolares y gentes furiosas.

O peor: su descubrimiento y posterior abandono
como el de un billete de La Gran Capital
o de una hoja recogida al borde la ventana
con el temple de las cosas livianas, pasajeras
esas que uno ignora porque pronto ya están flotando en otra parte
yéndose o no quedándose
como tú misma
como yo en algún minuto.

Y a veces las pelusas vuelven aunque uno las deseche
aunque les haga la vida imposible y les despotrique.
Y así también con las letras.

Yo que creí que quería escribir
y metodológicamente me convencí de que ya no quería
y tu gesto plausible y liviano
tu aire de indiferencia
me sumaron referencias bibliográficas.
Y así volvió la estúpida nota a mi libro
frente a mis narices
y me recordó que soy todo menos liviana como las hojas
la sangre me pesa, los tobillos me anclan,
la gravedad tiene sus cosas
y en mi pecho donde podría flotar un chilco
una piedra se hunde con sonido seco.

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