Que si vuelvo a recordar cómo me decías que ibas a rajar el mundo por mí de ser necesario, voy a volver a tu casa a rajarte los sillones en donde te regocijaste tantas veces mirándome en pelota. Voy a volver y hacer tiras todas las cosas que toqué y ensucié y llené de mí en tu casa.
Ten suerte que yo te lo escribo y no te lo hago, como otras biografías y otras manos que ya te rompieron otras pertenencias y otras vidas.
Porque seguramente también le prometiste rajar el mundo de ser necesario, y al final, como a mí, solo terminaste tajéandole ordinariamente el corazón.
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