Recomponerse sola,
recoger cada pedacito de una misma
abandonado en el suelo,
quitarse el polvo,
ajustarse el corazón,
asegurarse de que esté bien puesto,
de que no se desplome con la turbulencia.
Caminar y caminar y caminar,
tratando de sanarse en el acto.
Y dejar el mal hábito de mirar el piso,
de masticarse los dedos,
de fumarse cinco cigarros al hilo
de reprimir los gritos que me atraviesan el pecho.
Rehabilitarse.
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