sábado, 28 de abril de 2018

Síntoma

Me duele no hablarnos, tanto como me duele ser
quien te apuñala a destajo,
convulsa e impaciente,
consintiendo que se me cuele la vida
mientras entre zumbidos se oye la alarma
interrumpiendo el vértigo nocturno.
Y me sube la arcada (como la náusea de Sartre),
es la gravedad del silencio
la que posterga 
los síntomas.


Me duelen los pechos, las piernas,
el surco de mis manos
fatigadas de ir y venir
entre fotocopias y ropa.
Y me toco y otro (cualquiera) me toca,
mientras entre gemidos
espero que regrese la vida que yo misma pospongo,
esa de la que nunca me despido.

Estoy desvelando mi tiempo.

Me duele no hablarnos, me duele ser 
yo quien se traiciona
en ese transcurso que se deshace el cigarro en mi boca
y suelto la última queja.




Me duele tirar con las ganas
que no tengo de decir la verdad:
hace meses algo se echó a perder.

domingo, 15 de abril de 2018

Casa embrujada

Cuando empezaste a proyectarte sin mí y preguntaste qué hacías con la pieza desmantelada, respondí: "bota todo, ya no me sirve nada". Derechamente estaba volviéndole la espalda a nuestra vieja vida.
Ahora que escapas de la deuda y te vas, todo lo común queda para siempre en manos de nadie, enterrado.

El hilo de la memoria es cada vez más delgado. Aunque no pretendo recordar más, sé que algún día la ausencia volverá terroríficamente a mi vida.

Temo. Te amo. Así como Darín.


lunes, 9 de abril de 2018

Huérfana




Am I jaded
By the notches on my belt
All I know is where I've been
And how it.

So when the memory comes suddenly
Tears come rolling down, babe don't worry
Just remembering
Not everything was better in the past.


La vigilia se vuelve silueta común.
Me codeo con la reminiscencia
mientras doy vueltas y vueltas en la cama
pensando los giros derviches del sema en el dhikir
que nunca vi, que nunca veré.


El espacio de mi fe se fue esfumando en la medida
que se evaporaba tu tacto, tu gesto, tu soplo.
De pronto dejé de creer en dios como dejé de precisar de ti.
Dolió al principio, como es
que nadie es imprescindible.

Nunca tuve problemas con mi ateísmo:
la incredulidad me hizo la vida fácil,
el esfuerzo mínimo por creer transitó
al empeño máximo de contradecir.
El afán de negación
fue durante mucho el motor de búsqueda,
un manojo de preguntas
que no me molesté en contestar.


Y sin embargo, 
entre vórtices vuelve tu imagen
rezando el tasbih,
tocando flauta,
y despierta nuevas turbaciones.


Cuando me negaste volver, acercarme
a entender qué tenía de importante
desde niña resistir a creer,
me negaste una parte de mí.

Y cuando intento recordar,
estás tú ahí
desamparándome,
abandonándome a mi suerte,
dándome la espalda.


No me grites cuando supere la crisis
y logre, por fin, exiliarte del sistema.

domingo, 8 de abril de 2018

Dictomías subterráneas

Soy yo o la vida está entera brígida.

La tarea de crecer repentinamente duele un poco.

Dicotomías subterráneas me patean en la noche cuando las pesadillas de mamá se prolongan como zumbido por toda la casa. Siempre puedo escuchar cómo lloran y protestan. Déjenme dormir.

Recuerdos de patios amplios con nogales, deudas, DICOM y la dolorosa pero dulce (apenas una espinita) soledad de la infancia, narrada entre portazos, silencios y la sensación de jamás ser suficiente (¿para qué?, ¿para quién?).

Algo se está repitiendo, algo que vuelvo a hacer mal. Me deshabito.

Mi miedo a perder el control es más fuerte que mi miedo al mar. Ahogarme en mi propia fosa de las Marianas, turbulenta y violenta como me imagino a mí misma fuera de órbita.

Tengo miedo.
Miedo de perder el miedo.
Miedo de perder.


Soy yo.