Soy yo o la vida está entera brígida.
La tarea de crecer repentinamente duele un poco.
Dicotomías subterráneas me patean en la noche cuando las pesadillas de mamá se prolongan como zumbido por toda la casa. Siempre puedo escuchar cómo lloran y protestan. Déjenme dormir.
Recuerdos de patios amplios con nogales, deudas, DICOM y la dolorosa pero dulce (apenas una espinita) soledad de la infancia, narrada entre portazos, silencios y la sensación de jamás ser suficiente (¿para qué?, ¿para quién?).
Algo se está repitiendo, algo que vuelvo a hacer mal. Me deshabito.
Mi miedo a perder el control es más fuerte que mi miedo al mar. Ahogarme en mi propia fosa de las Marianas, turbulenta y violenta como me imagino a mí misma fuera de órbita.
Tengo miedo.
Miedo de perder el miedo.
Miedo de perder.
Soy yo.
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