jueves, 6 de julio de 2023

gato por liebre

Peligros: a mí todo se me mete en el calzón. Y te lo voy a hacer saber. Que así pienso, que si me pasa por el coño no lo dudo. Que dame material para extrañarme, u obsesionarme, o incomodarme con la vida.

¿Será que solo así pienso en vitalidades? ¿Por qué todo tiene que gozarse o dolerse para llegar a ser realmente importante? ¿De quién es el deseo?

Que tiro el poto a las moras (como alguna vez me gritó por la noche, mientras me vestía luego de mal-follar), pero después escondo la mano, o el poto, o incluso las ganas. Se agotan. Así que cógeme rápido, que después yo me arranco y jamás te diré cómo encontrarme ni dónde queda mi madriguera.

Conozco mi lugar en la cadena trófica, a diferencia de ti, que lo has olvidado brevemente mientras me engulles el coño.

Y pues bueno, el desamor me devolvió al lugar donde se juegan los verdaderos significados: donde se goza y donde se sufre. 


raja de acá

Que si vuelvo a recordar cómo me decías que ibas a rajar el mundo por mí de ser necesario, voy a volver a tu casa a rajarte los sillones en donde te regocijaste tantas veces mirándome en pelota. Voy a volver y hacer tiras todas las cosas que toqué y ensucié y llené de mí en tu casa.

Ten suerte que yo te lo escribo y no te lo hago, como otras biografías y otras manos que ya te rompieron otras pertenencias y otras vidas.

Porque seguramente también le prometiste rajar el mundo de ser necesario, y al final, como a mí, solo terminaste tajéandole ordinariamente el corazón.

lunes, 20 de marzo de 2023

Papeles

Yo creí que quería escribir.

El recuerdo de una nota
calcada como se calcan las monedas de 10 pesos
una y otra vez una vez y otra
incansable, interminablemente
buscando la perfección infernal
luciendo el calco perfecto en la cara de los niños sosos
resfregándoles el archivo oficial
que pronto se colaría al basurero del cuarto básico b.

Una nota anotada, una nota notoria
una nota anotadísima y distinguidísima
que por carta de presentación terminó colándose en mi libro
libro que te presté y devolviste sin nota, sin que no lo notara.

Y ese era mi triunfo, mayor que el del calco de monedas
un premio de otra clase, otro estatus
el que guardaría como evidencia de una impresión que nunca confirmé
el que guardaría bajo sospecha de que te quedaste la nota
la notaste y te la reservaste
devolviste algo mío sin devolverlo del todo
quedándote una parte
-deuda, pienso ahora-
la parte que tapaba el engranaje de este puño
que ahora se desempeña en el papel a vapor
bocanadas de humo como el de las varias cajetillas que me gasté
pensándote y pensando si debía o no escribir,
si debía de ganar más premios
juntar más calcos
ensuciarme el borde de la mano con carbón.

Yo creí que quería escribir
pero el recuerdo de la nota se volvió un estudio de caso
y la metodología -que me arruinó la vida (y también la letra)-
arrojó resultados alarmantes:
la probabilidad de un error
la posible caída en el ir y venir de papeles
en el ajetreo de la mochila con las guías de tercero medio
en el metro o una calle de Providencia
aplastada por los pies de escolares y gentes furiosas.

O peor: su descubrimiento y posterior abandono
como el de un billete de La Gran Capital
o de una hoja recogida al borde la ventana
con el temple de las cosas livianas, pasajeras
esas que uno ignora porque pronto ya están flotando en otra parte
yéndose o no quedándose
como tú misma
como yo en algún minuto.

Y a veces las pelusas vuelven aunque uno las deseche
aunque les haga la vida imposible y les despotrique.
Y así también con las letras.

Yo que creí que quería escribir
y metodológicamente me convencí de que ya no quería
y tu gesto plausible y liviano
tu aire de indiferencia
me sumaron referencias bibliográficas.
Y así volvió la estúpida nota a mi libro
frente a mis narices
y me recordó que soy todo menos liviana como las hojas
la sangre me pesa, los tobillos me anclan,
la gravedad tiene sus cosas
y en mi pecho donde podría flotar un chilco
una piedra se hunde con sonido seco.