Qué agobio estar caliente y no tener tiempo.
Sufrir ese cuasi segundo
-espasmo de tiempo-
en que ojeo la escenita
de mi torso desnudo
vibrante en el espejo.
Como borracha
caudal que desborda
de imágenes imaginadas
que tecleo con rabia
a quien de turno me aguante la pelá de cable,
como borracha.
Una mano que sube y otra que baja
entre las ropas con olor a comida recién hecha
y los jirones de papeles dispuestos sobre la cama.
Sentada en el velador,
deslizar una pierna,
palpitar,
ser corazón y sangre que hierve,
sangre víbora sangre violenta.
Elucubraciones en un cuasi segundo
-orgasmo de tiempo-,
ser jirones de pelo jirones de vestidito
jirones de secreto jirones de aliento,
y reírse, sonreírse víbora
revolviendo la salsa que se quema.
Qué agobio estar caliente y no tener tiempo.
jueves, 13 de diciembre de 2018
miércoles, 12 de diciembre de 2018
La mano letal
La
mano que te da de comer
ha
arrojado los platos al piso,
se
han hecho pedazos,
luego
el ruido sordo del televisor.
Todos
los caminos llevan a la casa-abuela, casa-abuelo.
Rebotando de puerta en puerta y de familia en familia,
el
destino siempre es un cuarto húmedo,
olor
a encierro y olor a polvo,
cajas
de fármacos, litio y boletas,
el
cuadro de la señora del pelo blanco (ay palomita),
pantuflas
dispares con hongos.
Tiempos
de insomnio
la
pieza compartida con hermanos y papá,
pieza
de entre-vida, de sub-historia.
Fragmentos de platos,
paredes
que sudan frío y susurran,
abuela
con un mechón de pelo en la mano,
abuelo
de brazos cruzados, durmiendo despierto,
alguien
que llora en el baño
una
curiosidad oscura me nubla;
insomnios.
La
mano que te da de comer
te
acaricia el pelo, te calma cautivadoramente,
“no
se te va a caer el corazón”,
dice
que es taquicardia.
“Mañana
te compro plasticina”,
al
día siguiente yo y hermano hacemos hombrecitos de pan.
Huele
a mata de boldo,
abuela
se esparce una sustancia viscosa en el pecho
“es
para el dolor”,
y
yo me pregunto si le duele el corazón.
La
mano que te da de comer
golpea
férrea la puerta del baño en el que ella llora.
Visitas
al hospital, “está enferma”,
“¿del
corazón, abuela?”, “del corazón”.
La
mano que te da de comer sabe que la han envenenado.
No
dice nada, abuelo se encoje de hombros.
Temo
que me envenenen a mí un día, temo que mi abuela no diga nada.
Insomnios.
Papá dice que nos iremos pronto, que hay un departamento.
Ya
no seremos allegados en la casa-boldo, casa-moho, vidrios y llanto.
Pero
todos los caminos llegan a la casa-abuela, casa-abuelo.
Volveré
a dejar que me acaricien el pelo y que sellen la promesa de que mi corazón no
se caerá
con agua de anís;
pero
nunca jamás volveré a beber de la taza sin pensar en que
la
mano que te da de comer
se ha callado el abuso.
domingo, 25 de noviembre de 2018
This monkey's gone to Heaven[1]
Retorno como las estaciones
en los tiempos remotos, circulares.
Retorno al sueño
entre sudores y llantos
entre gemidos y cantos
arrastrando una lasca de esta vida
de
nogales
ratas
deuda
llanto de mamá que se prolonga como zumbido
grave por la casa.
Sueño con el cuarto de Javiera
Carrera,
con las ramas del nogal que se
cuelan por la ventana rasgando las cortinas color lavanda.
Y así entre vidrio, polvo
asalta la habitación un mono:
miedos inexperimentados me empujan
a correr
intentar abrir la puerta
escapar.
Siento el horror de la puerta que no abre y la gente
que duerme sorda,
absorta, sola;
el horror que me cala y apala.
Grita el mono
con rabia, con celo
pero no se acerca, como evitándome
pero cómo, ahuyentándome
pero cómo, tal si hubiésemos invertido y
fuese
yo quien invade, él quien teme.
Que se me atora el llanto,
tratando de gritar la angustia se
me pesca,
la voz no brota
la lengua hormiguea.
“Me
comió la lengua, un
mono me comió la lengua”.
No tengo voz
estoy sola
un mono me grita.
Siempre despierto antes de
acercarme,
tocarlo o que me rasguñe
y lloro ahogando la cara en la
almohada
porque el desconcierto agrava mi
pena,
pena dura del pasado que se
incrusta
que no halla lawen
que no halla descanso
que no se cansa
herida que permea, gorgotea
viscosa, volcándose en mis pensamientos
nocturnos.
Recuerdo poco y recuerdo nada: temo
siempre
contar otro relato
patrañas
perdiendo para siempre una lasca de mi vida
junto con la casa,
el matrimonio
pena de mamá
cinco gatos muertos,dos atropellados
sufismo
nueces podridas
el dolor dulce de ser niña y no
entender el agobio de los adultos
que sólo protestan
reciben facturas
desarman todo
alrededor, abandonan casas.
Ahogo la cara en la almohada
deseando
-quizá- nunca
llegar a entender y
protegerme
de la vida
de esa que no quiero.
Hace tiempo que retorna
el sueño. Escuché
que tenía que decirlo
contarlo:
intentos tímidos, tímida.
Quizás -sólo quizás- así se
espantan las almas
andantes que rondan
me rondan;
se da por aludida el alwe
pa’ pescar sus cosas y no volver
igual que esa otra vida.
[1] Como la canción de los Pixies.
domingo, 11 de noviembre de 2018
Reporte
Si te contara que me paso los días mirando las estrellas desde Google Earth, escondiendo la cabeza entre las piernas los cinco minutos que estoy en el baño y puedo intentar recordar qué fue lo último pensado antes de que la extensión del cansancio me arrastrase al sueño turbio anoche. Que me saco rápido los zapatos cuando entro al cuarto en un gesto por abandonarme, me desvisto a tirones para tener un rato más de mirarme en el espejo y no entender de dónde salen tantos moretones. Que me acuesto y me cuesta, intranquila con la vida; escucho que llora y da vueltas en la cama, luego solo ruido de llaves que gotean y vecinos que martillan, de madrugada martillan.
Que los trámites son largos y las siestas (las fiestas no tanto) son cortas. Que me voy borracha tras dos cervezas escupiendo por si eso a alguien espanta. Que caminar sola de madrugada me cura el espanto, aunque sienta siempre que en realidad estoy arrancando.
Que esto durará un rato (hasta encontrar otra cosa en que ocuparme) y se irá. Que la pena jamás me ha durado tanto.
viernes, 7 de septiembre de 2018
Abyecta
Y cuando al fin llegué a casa (entre caña y mareo, entre asco y pesadumbre) y me desvestí para ducharme, yo sólo vi los rasguños.
Mapas del dolor.
Mapas del dolor.
domingo, 5 de agosto de 2018
Disarmed
Cuando pienso en esa noche
me siento desarmada
desamada.
me siento desarmada
(debería estar en la toma)
me siento desarmada
(y sin embargo llueve fuerte)
me siento desarmada
(devuélvete)
me siento desarmada
(son las cuatro)
me siento desarmada
(coge el puto teléfono)
me siento desarmada
(cobarde de mierda)
me siento desarmada
(nada más puedo hacer
nada más que llorar mordiéndome la boca
nada más que llorar mordiéndome la boca
rompiéndome la boca
rota mientras hombre duerme)
me siento desarmada
(queriendo no oler a hombre
y refugiarme, rota, en las manos de mamá)
me siento desarmada
(queriendo dejar de doler,
dejar de oírme crujir,
dejar de oírme crujir,
que el agua corra por mi espalda)
me siento desarmada
(dejar de palpitar)
me siento desarmada
(dejar de ser y llamarme)
me siento desarmada
(dejar de preguntarme qué habría pasado si no)
desamada.
lunes, 16 de julio de 2018
Promesas
Te juro (por lo más sagrao maldito conchetumare) que no te vai a salvar. Van a caer todos, uno a uno. Y quizás me haga pedacitos en el proceso, quizás me estrelle, quizás me parta, pero conmigo vai a caer.
Amor(tiguada)
Susurros fríos me recorren la piel
relatando lo que sé sin saber:
que existen memorias marginalizadas en el cuerpo,
que la razón no es capaz de retener.
Sin recuerdos
las vivencias nos habitan.
las vivencias nos habitan.
De noche me acuesto y me levanto,
el bulto del colchón me daña la espalda.
Pienso en que hace meses no me percibo frágil,
mantengo un gesto indolente y arisco,
prolongo la opacidad en mi torso
(me ocupa en no sentir),
desnaturalizo la crisis, aguanto el sismo
en las fauces;
sólo así las extensiones del miedo me abrigan del mundo.
Hermenéuticas frustradas de mi cuerpo hermético;
habitando las contradicciones
de la experiencia que lastima
y la emergencia del presente
que dilata,
omite,
silencia.
Viví bien mientras mantuve remotos los alcances de la reminiscencia,
pero abrir algo significa no volver a cerrarlo
y sólo así lo entendió
cada hombre que penetró violentamente mi vida,
mi cuerpo,
mi memoria.
Palpito con rabia,
la realidad duele en las entrañas,
pero vuelve la vida que tanto una rehuye.
sábado, 28 de abril de 2018
Síntoma
Me duele no hablarnos, tanto como me duele ser
quien te apuñala a destajo,
convulsa e impaciente,
consintiendo que se me cuele la vida
mientras entre zumbidos se oye la alarma
interrumpiendo el vértigo nocturno.
Y me sube la arcada (como la náusea de Sartre),
es la gravedad del silencio
la que posterga
los síntomas.
Me duelen los pechos, las piernas,
el surco de mis manos
fatigadas de ir y venir
entre fotocopias y ropa.
Y me toco y otro (cualquiera) me toca,
mientras entre gemidos
espero que regrese la vida que yo misma pospongo,
esa de la que nunca me despido.
Estoy desvelando mi tiempo.
Me duele no hablarnos, me duele ser
yo quien se traiciona
en ese transcurso que se deshace el cigarro en mi boca
y suelto la última queja.
Me duele tirar con las ganas
que no tengo de decir la verdad:
hace meses algo se echó a perder.
domingo, 15 de abril de 2018
Casa embrujada
Cuando empezaste a proyectarte sin mí y preguntaste qué hacías con la pieza desmantelada, respondí: "bota todo, ya no me sirve nada". Derechamente estaba volviéndole la espalda a nuestra vieja vida.
Ahora que escapas de la deuda y te vas, todo lo común queda para siempre en manos de nadie, enterrado.
El hilo de la memoria es cada vez más delgado. Aunque no pretendo recordar más, sé que algún día la ausencia volverá terroríficamente a mi vida.
Temo. Te amo. Así como Darín.
Ahora que escapas de la deuda y te vas, todo lo común queda para siempre en manos de nadie, enterrado.
El hilo de la memoria es cada vez más delgado. Aunque no pretendo recordar más, sé que algún día la ausencia volverá terroríficamente a mi vida.
Temo. Te amo. Así como Darín.
lunes, 9 de abril de 2018
Huérfana
Am I jaded
By the notches on my belt
All I know is where I've been
And how it.
So when the memory comes suddenly
Tears come rolling down, babe don't worry
Just remembering
Not everything was better in the past.
La vigilia se vuelve silueta común.
Me codeo con la reminiscencia
mientras doy vueltas y vueltas en la cama
pensando los giros derviches del sema en el dhikir
que nunca vi, que nunca veré.
El espacio de mi fe se fue esfumando en la medida
que se evaporaba tu tacto, tu gesto, tu soplo.
De pronto dejé de creer en dios como dejé de precisar de ti.
Dolió al principio, como es
que nadie es imprescindible.
Nunca tuve problemas con mi ateísmo:
la incredulidad me hizo la vida fácil,
el esfuerzo mínimo por creer transitó
al empeño máximo de contradecir.
El afán de negación
fue durante mucho el motor de búsqueda,
un manojo de preguntas
que no me molesté en contestar.
Y sin embargo,
entre vórtices vuelve tu imagen
rezando el tasbih,
tocando flauta,
tocando flauta,
y despierta nuevas turbaciones.
Cuando me negaste volver, acercarme
a entender qué tenía de importante
desde niña resistir a creer,
me negaste una parte de mí.
Y cuando intento recordar,
estás tú ahí
desamparándome,
abandonándome a mi suerte,
dándome la espalda.
No me grites cuando supere la crisis
y logre, por fin, exiliarte del sistema.
domingo, 8 de abril de 2018
Dictomías subterráneas
Soy yo o la vida está entera brígida.
La tarea de crecer repentinamente duele un poco.
Dicotomías subterráneas me patean en la noche cuando las pesadillas de mamá se prolongan como zumbido por toda la casa. Siempre puedo escuchar cómo lloran y protestan. Déjenme dormir.
Recuerdos de patios amplios con nogales, deudas, DICOM y la dolorosa pero dulce (apenas una espinita) soledad de la infancia, narrada entre portazos, silencios y la sensación de jamás ser suficiente (¿para qué?, ¿para quién?).
Algo se está repitiendo, algo que vuelvo a hacer mal. Me deshabito.
Mi miedo a perder el control es más fuerte que mi miedo al mar. Ahogarme en mi propia fosa de las Marianas, turbulenta y violenta como me imagino a mí misma fuera de órbita.
Tengo miedo.
Miedo de perder el miedo.
Miedo de perder.
Soy yo.
domingo, 25 de marzo de 2018
Fracasados
La razón por la que nunca necesité un cepillo de dientes en tu casa fue que siempre llevo el mío dentro del bolso.
Espero ahora lo mires inmaculado en el vaso y entiendas que ese fue tu error.
martes, 9 de enero de 2018
Inventario
Empacar sábanas y almohada: tachado.
Guardar cepillo de dientes: tachado.
Llamar papá: ocupado (como siempre).
Devolver llaves al Carlos: perdidas.
Embalé hasta la pena, hasta las ganas.
Mi mamá guardó el corazón en una caja (envuelto en diario).
Acto reflejo, lo pensé.
Al final sólo lo metí de mala gana en el bolso de mano.
Eran bastantes más cosas que platos y velas,
tenía gusto a fracaso;
más que a cambio a repliegue,
a rebote
-uno más de los tantos rebotes
por tantas casas, tantas familias,
tantas habitaciones disfuncionales-.
Embalé y se me empolvaron los dedos,
el corazón se cubrió
abultado, pegajoso
como todas las cosas inútiles que uno no necesita y meticulosamente envolvían en diario las manos de mamá cansadas de estar cansadas.
Pegajosas y cansadas.
Y somos extranjeros aquí
porque el corazón no lo quiere,
está lejos.
Somos extraños
y las llaves no abren,
los azulejos no calzan,
las plantas no caben,
las vecinas dan portazos.
Y mi mamá me grita me grita me grita
y después llora llora llora
y odia la casa la tortilla la vecina la cocina la corredora la aspiradora y la gata que recogimos hace una hora y acaba de decirme que eche a la calle.
Y yo pensaba (evitando llorar y tratando de ser operativa, adulta-joven funcional, práctica para alguna hueá cuando lo único que siento es que estorbo igual que la bici en medio del pasillo),
pensaba en que es terrible estar sola lejos de casa y perdida
y que te cierren las puertas,
que de pronto nadie conteste el celular.
Y mi vida no es decorosa, yo no soy decorosa,
lloro con los mocos colgando,
nunca tengo ganas de peinarme
y cada vez que puedo me como lo que pillo en la despensa,
y fumo como en Fear and Lothing in Las Vegas
y me toco las tetas porque parecen dos pomelos hinchados (pre-menstruales)
y porque a veces necesito confirmar que el corazón no se ha desplomado,
que puedo seguir funcionando,
pasando el trapero,
cocinando tortilla (que obligo a mamá a comer),
mirando vecinos,
fumándome la plata,
contando los días para ocuparme,
quebrando cosas,
escuchando Nothing but Thieves,
mirando Tinder,
extrañando a mis hermanos (y no tanto a mi tía),
cortándole el teléfono a mi papá,
llorando en silencio de noche
deseando que la ruleta rusa no llegué otra vez,
que la vida logre ser más justa.
Estoy cansada de estar cansada.
Al final de día necesitamos consuelo
La gravedad nos aplastó,
no teníamos previsto surcar un cielo tan denso como este.
Pero seguimos aquí
entre polvo y cajas,
entre trámites y burocracia,
a puro charchazo con la realidad,
a puro desplazamiento que emplaza
viejas nostalgias a punto de clausurar.
Me sobrecoge pensar que queda poco de esta vida de scotch y dolores de guata.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)