Es parte de crecer
no seguir creyendo
la moraleja de los cuentos,
poder apagar la luz,
no temerle a los muertos.
Jamás se había sentido
tan bien
recorrer el obituario
marcando al número celular de fantasmas,
concretar revolcones en sus propias tumbas.
Porque me perdoné por ti y soy libre
y tampoco creo que haya otra vida
otras vidas
además de esta en la que nuevamente me pego a tu cuerpo
y te hago mierda
mientras miro la panadería
mientras miro la panadería
por tu ventana en un tercer piso.
Duermo tranquila.
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