domingo, 12 de noviembre de 2017

A qué huele tu pelo

Soñé.

Después vino un remordimiento super cristiano,
el trago amargo de la mañana,
el cortafuegos entre mi mano
y el interruptor:
6 AM.

Dejé correr el agua en la ducha
dejé que pasara por donde tus manos
me tantearon,
descubriéndome.
No quería cerrar el grifo
-jamás quiero-
pero (puta la hueá) la cuenta del gas.

Tuve rencor de caminar
(ese vacilar a tientas
en una mañana onírica, casi noche),
porque ya no podía ocultar
la vergüenza de mí misma.
Y es que donde caminase, esa culpa me seguía.

Era la vergüenza de pensar
en frontearme con tus ojos de frente
la que me hacía concha
los dientes de puro miedosa
-ya po', crece-.

Esa era la mirada enterada
-ya lo sé, pa' qué te hacís la hueona-:
sabías lo de anoche,
eso insoportable
entre sentirse culpable y sentirse caliente.

Lo peor de todo el simulacro es que
-haz tus tareas, por favor Ámbar-
ni siquiera sé a qué huele tu pelo.

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