jueves, 28 de mayo de 2020

Buceo

Soñé que se me agrietaban los labios
con el ardor ansiosos del relamerse
en el decidirse a ser y decir
o decir y ser en el habla,
jugando a ser una propuesta
dramática de una misma,
una declamación
un simulacro.

Soñé con lirios,
con lilas lacustres
al pie de una laguna lavanda;
soñé con Ligeia
Leucótea
Lympha;
me entregué al sueño que me reclamaba
mientras con el ápice de la lengua
me partía la saliva la boca
la boca la saliva
dibujando las palabras que me asegurarían la entrada.

Soñé que era libre y que la arcilla olía
afectuosa; soñé que ingresaba a un recinto
de muros translúcidos, lúdicos;
soñé a calmar el ardor sumergiendo la cabeza en el lago
plegando los párpados al entrar.
Soñé que el dolor no era una celda;
soñé con él y me sentí despierta,
turbulenta;
que cada palabra declamada
le devolvía otro suspiro de mi aire al lago
agotándome el pecho, desvaneciéndome el habla
y cedí porque al fondo otros brazos se extendían
blandos, esperando mi cuerpo blando
para abrazarlo en lo oscuro de su corazón.

jueves, 14 de mayo de 2020

Con el peso de mis talones

Tener pena
como quien resiente el peso del día sobre los talones;
agotada de soportar verticalmente
del afluir subterráneo de la sangre,
de erguirme y quebrarme los huesos
trizar los palos de helado
que cimentan la edificación que habito
los que no soportan ni cemento
ni hormigón
ni cal ni arena.

Estirarme para solo remover las piezas rotas
para no afanarme en que ya todo perdió altura
aunque no quiero estoy cada vez más cerca del piso
resistiéndome a tocar la tierra, con asco.
"Jipis culiaos",
pero los talones tiran pa' abajo
la sangre tira, dicen
me hunde
imantada a la tierra
resistiéndome a volver.


Teníamos planos y más planos
planes y más planes,
ahora vivimos del pan
en ghettos urbanos,
nos quedamos con la pieza chica, la de atrás
nos quejamos menos pero nos duele más
el futuro pierde espacio
nos abandona la fuerza de la historia.

Dejados, sucios,
la propia tierra que nos dejaron
resistiéndonos a tocarla con asco, con miedo
tapándonos los oídos para no oír el temblor
protegiéndonos de lo que sabemos no soportaríamos,
los movimientos telúricos de la historia
el tironeo de la selección natural
el arreglo de cuentas bíblico.
El miedo al desbaratamiento
y que nadie quiere morirse realmente,
por eso duele más, mas duele
porque resistimos como las baratas
debajo de las tablas de madera de los edificios de Miraflores.


El abandono. Expuestos.
Tener pena porque la sangre tira,
porque estoy obligada a abandonar mis partes;
todos tenemos que abandonar algo
-se acabó la beneficiencia-
algo que abandonar
ceder futuro, hacer espacio
poner pan y metros cuadrados
y así no confesarlo todo perdido.
Tener pena porque la Revelación apocalíptica es el real desbaratamiento,
aquel que expone la ficción que es la vida aquí
y de qué forma -forzosamente-
puede acercarse más a ser propia
a reconocer el real ritmo de la historia
los mecanismos naturales y cómo se resuelven los conflictos
divinos sin necesidad de partir el cielo.
Abandonar mi ficción para ganar realidades
perder altura para adquirir profundidad
encontrarle la riqueza a la tierra
húmeda, fría, olorosa,
con su propio sistema de intercambio
con su propia lengua subterránea.

lunes, 11 de mayo de 2020

Pero quién puede dormir en este barrio

Aquí las noches están hechas del mismo sustrato que el eco,
aquí, donde las grietas reverberan
sonidos sordos del televisor
que inunda con gravedad cada espacio del velador y el catre,
cada espacio de los pensamientos y los nervios
agudos cuando el helicóptero vuelve a cumplir otra ronda
de las cientas que coronan las noches
hechas del mismo sustrato que el terror.

Las ventanas a penas soportan nuestros ojos
fijos, pronto comienzan a agrietar el vidrio;
a penas soportan la presión de la violencia que se derrama afuera
y que hace retumbar los blocks
de día y de noche de día y de noche
estas semanas que se prolongan como balas supersónicas atravesando el cielo
azul y primaveral, transparente
donde las primeras flores en abrir sangran por llorar la muerte
que pesa
en el aire.

Aquí las noches se colman de ruidos:
susurros y llantos ahogados con la mano
como también de gritos, insolencia, chasquidos
guatapiques, peñascazos y declaraciones abiertas
contra el silencio
contra la indolencia
contra el sapeo y la restricción,
en contra de la materia oscura del terror, contra la paralización del cuerpo
en contra del zancudo-helicóptero que ronda
y en contra de la propia noche;
gritos pidiendo nada más ni nada menos
que el devenir del día en mitad de la noche
para así dejar de fingir de una vez por todas
que siquiera alguien puede dormir en paz en este vecindario.

martes, 5 de mayo de 2020

Altura de miras

Tentando la suerte
arrojando dados de un tercer piso,
tentando la muerte
encaramando el cuerpo desde un treceavo piso;
tentándote al verte
tú que te llevaste la funcionalidad de las cosas
el ritmo de las cosas y las casas
las casas de tres pisos y las de menos trece
las con vértigo y las del inframundo
las con ascensor que solo sube
y las con el que solo baja.

Las cosas se ven curiosas desde abajo,
casi me alegra estar lejos de las turbulencias.
Las casas son furiosas arriba,
casi me entristece no estorbar las violencias
con el cuerpo porque pongo el cuerpo
con el llanto porque lloro tanto
con la garganta porque me gorgotea la sangre
con la boca porque escupo,
me muero por las palabras
me muero por las palabras,
me miran con estupor y a mí se me gangrena la cabeza,
todo irrigó de la boca hacia a afuera
te manché la alfombra, lo siento.

Ando tentando la muerte de que tengo trece
y no solo de los treceavos pisos
(aquello que ocurre en la cornisa de una ventana);
tenté la suerte por tentar a la vida
los estímulos y los escotes, los estímulos y las malas juntas
tenté la suerte y perdí todo,
jugué de caja y me dieron como caja
me ultrajaron y me rajaron
no tuvieron ni un cuidado ni un gesto piadoso
porque justo andaba pelando el cable
porque a las locas culiás no les importa tocar fondo,
no les importa si el ascensor solo baja
si se ahogan en las casas de arriba nunca se enteran,
nunca nadie se entera
nunca nadie se entera
nunca nadie se alarma hasta que vomitas la alfombra.

Tentándote al verte, miserable,
tú que te llevaste la funcionalidad de las cosas
el ritmo de mis sentires y mis palabras,
¿por qué que tenía que sufrir yo?
¿por qué tenía que sufrir el duelo cuando era yo quien se había muerto?,
tú me habías muerto
tú me habías muerto,
tú, llevándote la funcionalidad de las cosas,
un bucle de ritos para vivir mi propia muerte
de mi cuerpo porque puse el cuerpo
de mi llanto porque lloré tanto
de mi garganta, porque le dejaste caer el peso de tu mano,
el peso de la noche
el peso de la ira, y yo dije
y las palabras me traicionaron,
las palabras me traicionaron y todo irrigó de la boca hacia afuera;
te vomité la almohada pero no lo siento, al fin y al cabo estoy muerta.

Las cosas se ven curiosas desde abajo,
tú que me dejaste en el menos trece;
desde abajo casi me sobrecogieron las sombras.
Las casas son furiosas arriba,
casi me entristece no estar lista aún para volver
al sitio donde para siempre tú no estás.

Una temporada en el Averno
no le dejan criterio a cualquiera;
y a mí que me enseñaron que hay que tener altura de miras,
a ti que te llevaste la funcionalidad de las cosas
te expulso para siempre de mi vida hecha tira.

lunes, 4 de mayo de 2020

Reflexiones mientras despego las piernas del asiento de la micro

No prestar atención a lo que hablan;
descubrirme pensando en cómo quisiera tocarte
mientras atravieso Santiago en micro.

Los días los termino con las bragas húmedas
agotada de imaginar en todas partes.

¿Qué tenía tu mano cuando bajó por mi espalda que removió tantas cosas dentro?
Hacía falta que me tocaran bien para volver a sentir bien.
El miedo me castró el deseo, la distancia entre mi cuerpo
y el de algún otro
era abismal. Incapaz de comprometer nada
incluso el propio placer. ¿Cuál era el intercambio equivalente,
entonces? ¿Qué estuve cediendo?

Estos días siento que vibro.
Vibro escuchando música, vibro almorzando,
vibro cuando me cuentan cosas graciosas,
vibro cuando camino con audífonos por la calle y el sudor me corre por el cuello. ¿Qué fue,
qué fue?

Logro despegarme del asiento y aun siento vértigo. Un lugar desconocido: vuelvo a poner
el corazón a andar.

No sabía que era posible estar aún más caliente de lo que ya suelo estar. ¿Qué fue,
¿qué fue?

Peso-plomo

Demasiados días mirándome las piernas a ver si crecen
los dedos a ver si se alargan
pero nada de eso ocurre
solo el pelo que se pierde y se pierde
solo el techo cada vez más cerca de mis narices
el cielo cada vez más lejos de la ventana
la luz que se escurre entre los dedos la luz que te pasa por el cabello
como un soplo y se va. Todo se va
estos días nada decide quedarse de mi lado
nadie decide escogerme para jugar
para que reciba el pelotazo
porque yo atajo con la cara.

Es el breakdown inevitable
yo me digo pa' estar tranquila, pa' no lamentar
las distancias las soledades
los lugares en los que no estamos,
los zapatos que no gastamos,
confinados en el espacio angosto que es uno mismo
tan chico, un mueble inútil
mala obra de ingeniería.

Me mintieron, me mintieron:
quedarme en cama nunca me hizo grande
aun cuando casi no puedo moverme por la casa
porque le quedó chica a mi corazón.

Ocaso, en tu casa un celofán lila (o el fin del sol en un sillón)

Jugar a quien tiene la capacidad natural
de treparse primero al brazo del sillón
para luego desplegarse con gracia mamífera
estirarse clavando las uñas sobre el tapete
soltando el aire que nos obligamos -por reglas y protocolos del mismo juego- a aguantar.

Aguanta más, aguanta más
que ahí donde cuelga el deseo
pronto se prolonga el abrazo
te abanica tibio el aliento
y te recibe punzante una daga fálica
abriéndose como la luz que refractan los prismas.

Siento que me lleno de algo que no masa, que no pesa, que me va
alivianando el cuerpo aún cuando las contracciones me anclan al brazo del sillón.

Me llenas el cuerpo de cosas que ni tú sabes que te guardas,
de las que desconoces su manufactura y su envase.
Cachureos, dirías, y aún así me siento hermosamente etérea
y se me escurre viscoso el éter por entre las piernas,
y se me moja la falda, los dedos, los labios;
me va vaciando, la succión desdibuja prontamente los contornos.
El dolor dulce de la daga que pasa a través del éter, propagándose por los fluidos,
va calándome la columna y las vertebras, obligándome a desancorar el corazón y el aire,
el peso del torso y las nalgas.

Y es que contigo todo es termodinámica y nigromancia a la vez,
todo me devuelve férreamente al presente y por ello me asigna también a otro espacio,
a otro momento,
así como si anduviésemos abriendo portales en este tiempo-espacio que se colapsa
así como si pudiésemos dibujar otro tiempo el rato que se cola el sol de la tarde por tu ventana
(sol que te encandila el rostro y a mí me lo ruboriza),
presumir otra hora como esa que es ninguna cuando ese sol ya se va
y quedamos frente a frente, cuerpo a cuerpo
adivinándonos con ojos y dedos y ojos y piernas en el espacio lila de las ocho;
conjeturar otra bóveda celeste, otro firmamento
donde en tu abrazo estoy sustancialmente segura
donde nos abrigamos de las fauces del mundo
donde no hay este tiempo-espacio
y solo hay el sol retirándose del cenicero y mi hombro apoyado en tu sillón.