lunes, 4 de mayo de 2020

Ocaso, en tu casa un celofán lila (o el fin del sol en un sillón)

Jugar a quien tiene la capacidad natural
de treparse primero al brazo del sillón
para luego desplegarse con gracia mamífera
estirarse clavando las uñas sobre el tapete
soltando el aire que nos obligamos -por reglas y protocolos del mismo juego- a aguantar.

Aguanta más, aguanta más
que ahí donde cuelga el deseo
pronto se prolonga el abrazo
te abanica tibio el aliento
y te recibe punzante una daga fálica
abriéndose como la luz que refractan los prismas.

Siento que me lleno de algo que no masa, que no pesa, que me va
alivianando el cuerpo aún cuando las contracciones me anclan al brazo del sillón.

Me llenas el cuerpo de cosas que ni tú sabes que te guardas,
de las que desconoces su manufactura y su envase.
Cachureos, dirías, y aún así me siento hermosamente etérea
y se me escurre viscoso el éter por entre las piernas,
y se me moja la falda, los dedos, los labios;
me va vaciando, la succión desdibuja prontamente los contornos.
El dolor dulce de la daga que pasa a través del éter, propagándose por los fluidos,
va calándome la columna y las vertebras, obligándome a desancorar el corazón y el aire,
el peso del torso y las nalgas.

Y es que contigo todo es termodinámica y nigromancia a la vez,
todo me devuelve férreamente al presente y por ello me asigna también a otro espacio,
a otro momento,
así como si anduviésemos abriendo portales en este tiempo-espacio que se colapsa
así como si pudiésemos dibujar otro tiempo el rato que se cola el sol de la tarde por tu ventana
(sol que te encandila el rostro y a mí me lo ruboriza),
presumir otra hora como esa que es ninguna cuando ese sol ya se va
y quedamos frente a frente, cuerpo a cuerpo
adivinándonos con ojos y dedos y ojos y piernas en el espacio lila de las ocho;
conjeturar otra bóveda celeste, otro firmamento
donde en tu abrazo estoy sustancialmente segura
donde nos abrigamos de las fauces del mundo
donde no hay este tiempo-espacio
y solo hay el sol retirándose del cenicero y mi hombro apoyado en tu sillón.

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