lunes, 11 de mayo de 2020

Pero quién puede dormir en este barrio

Aquí las noches están hechas del mismo sustrato que el eco,
aquí, donde las grietas reverberan
sonidos sordos del televisor
que inunda con gravedad cada espacio del velador y el catre,
cada espacio de los pensamientos y los nervios
agudos cuando el helicóptero vuelve a cumplir otra ronda
de las cientas que coronan las noches
hechas del mismo sustrato que el terror.

Las ventanas a penas soportan nuestros ojos
fijos, pronto comienzan a agrietar el vidrio;
a penas soportan la presión de la violencia que se derrama afuera
y que hace retumbar los blocks
de día y de noche de día y de noche
estas semanas que se prolongan como balas supersónicas atravesando el cielo
azul y primaveral, transparente
donde las primeras flores en abrir sangran por llorar la muerte
que pesa
en el aire.

Aquí las noches se colman de ruidos:
susurros y llantos ahogados con la mano
como también de gritos, insolencia, chasquidos
guatapiques, peñascazos y declaraciones abiertas
contra el silencio
contra la indolencia
contra el sapeo y la restricción,
en contra de la materia oscura del terror, contra la paralización del cuerpo
en contra del zancudo-helicóptero que ronda
y en contra de la propia noche;
gritos pidiendo nada más ni nada menos
que el devenir del día en mitad de la noche
para así dejar de fingir de una vez por todas
que siquiera alguien puede dormir en paz en este vecindario.

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